sexta-feira, 7 de janeiro de 2011

UM POEMA AOS CONFRADES DA ASOLAPO (ASSOCIAÇÃO LATINOAMERICANA DE POESIA)

CANTO A LOS NIÑOS DE LOS CAÑAVERALES

La tierra es la madre pariendo el dolor y la caña,
bajo el canto de hierro de los machetes.
El batallón de niños-jovenes
realiza ambiciones aristocráticas,
al peso de las taperas y de los andrajos,
de la cicatriz, del llanto y la vergüenza.
La canción de las moliendas de los ingenios
invade la inmensidad de los campos verdes,
rompiendo el día, la noche y la madrugada,
al molde esclavista de la “senzala”
que convivia al canto del trabajo.
Si los cuerpos de los niños “bóias-frias”
se despedazan en la lucha deshumana,
al rigor del desprecio de los patrones,
retornemos a la historia de los señores
que a los cuerpos de los esclavos provocaban
los torturantes dolores de los látigos,
en nombre de la ambición inombrable.
La cosecha es mandíbula de la fiera
que de a poco dilacera la vida inocente,
consumida en las brasas que aún subsisten
después de las llamaradas de la limpieza.
La cosecha es una puñalada perversa,
que rompe la conciencia inocente
en dirección a la carne sin defensa.
La ceguera empresaria es tragedia,
a pesar que justifique sus contratos
con una obra social imponente.
La suerte de los niños, mientras tanto,
desenmascara la indecente hipocresía
del vil capataz explotador.
De sol a sol, mandioca, sal, frijol,
agua salada y un catre para el descanso.
De las manos desnudas, brotan callos vivos;
del pecho desnudo, renacen cicatrices;
del rostro frío, emerge la mirada sin rumbo.
Es en el alma que las cadenas están presas.
Legión desnutrida y analfabeta,
abriga los hierros sucios de la ambición
mientras la libertad vuela sin sentido.
(A.Kleber)

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